¿De qué sustancia está hecho el Universo Fenicia? No sé, pero viajo por él a donde nadie ha llegado antes.
Gracias a que mi amiga Verónica me invitó a su casamiento y me pidió que tocara "Oda a la Alegría" con la gaita, me reencontré con el agotador y querido instrumento: la Gaita, que hacía rato no tocaba. En mi último viaje a Córdoba tuve una experiencia más que sumar a la ristra de cosas inconexas que jalonan mi vida, una estrella más a la constelación Gaita del Universo Fenicia.
Mi papá amaba verme tocar la gaita. Amaba Galicia. Amaba Pontevedra. Y me amaba a mí.
Y yo lo extraño mucho desde que murió.
Mi papá decidió regalarme una gaita hace casi veinte años y yo no pude negarme a convertirme en gaitera al verlo en aquel momento con tanto entusiasmo. Llegaba de España con un regalo increíble, raro y también caro. Una gaita profesional, comprada al mejor luthier de galicia.
El instrumento era, por un lado era mi herencia cultural, y ya se sabe, la herencia no se elige, acaso tal vez pueda negarse uno a recibirla; se me entregaba en aquel momento como una obligación tácita: mi papá era testigo de lo que haría yo con su herencia; pero también se me presentaba como una incógnita y un desafío picante, no era nada común ver gaiteras, ni muchos gaiteros que digamos en Argentina.
Empezó como algo casi obligado, como una navidad con la familia, y pronto se transformó en motivo de orgullo para mí tanto como para mi papá, que no podía entonar ni el Himno ni silbar la Cumparsita y sentía que tener una hija gaiteira era el sumun da galeguidade.
Para mí era genial tocar un instrumento raro, que nadie podía acallar, ensordecía a los incautos y encendía sentimientos, hacía llorar a unos cuantos. pero la verdad lo hacía por mi viejo.
Cuando con mis amigotes Ramiro Santos y Fernando Contento fundamos Madre del Sol en el salón de actos del Conservatorio Juan José Castro, yo me lo tomé como una aventura. Fundamos Madre del Sol en la oscuridad del salón de actos, en un evento cultural íntimo cuando Fernando tocó el tema "Madre del Sol" para Ramiro y para mí, antes de irnos, después de la tediosa clase de lenguage musical.
Ahora la gaita era mía, nuestra; con mis amigos, como tres superhéroes, nos encargaríamos de hacer la música que se nos viniera en gana y propagarla. ¿era "fusión", "Celta"?, no sé, Madre del Sol eran dos teclados y una gaita y tres tipos bastante extravagantes, comportándonos como divos. Y la música era ampulosa, grande, con finales hollywoodenses.
Después todo se aplacó, seguimos con otros proyectos y la gaita se fue callando. Seguimos creciendo, haciendo otras cosas.
Un día me di cuenta de que hacía varios años no tocaba. Ese día que mi amiga Verónica se casaba y me pedía si podía tocar en su boda, la Oda a la Alegría.
Le dije que sí, si la gaita estaba en condiciones, yo tocaba muy contenta.
Así que fui testigo de la boda, en una capilla hermosa de Mallorca. Dado que la familia del esposo era de origen alemán y la de mi amiga era gallega, la conjunción de instrumento y música nunca pudo ser más adecuada y legítima. ¿Qué habrá pensado Ludwig?
Para mí fue una emoción muy grande, un regalo de la vida el ver a mi amiga que se casaba, con cara de enamorada; y yo volvía a tocar, cerca del cielo, para festejarlo. Todo esto a un año de la triste desaparición física de mi papá, ni más ni menos.
Ahora otra vez sentía que la gaita era mía.
Así que en Córdoba, Argentina, gracias a la colaboración y el apoyo anímico de mi amado -que sacó las fotos-, busqué un lugar inspirador para tocar y toqué.
Entre las sierras, mirando el horizonte y el cielo tan celeste. Toqué para mí, cerca del cielo.
Pude saber, por fin, cómo suena la gaita en su ambiente natural: el campo abierto, la montaña. En la eruopa medieval se empezó a utilizar la gaita como "organo portátil" para poder tocar al aire libre... eso dicen. Yo creo que la gaita es muy antigua, que los materiales para hacerla estaban al alcance del pueblo antes de transformarse en finas piezas de maestros especializados, instrumento de peregrinaciones, de religión, de lo que fuera... como el camino de Santiago, estaba ahí antes de que Santiago llegara en su barco de piedra.
Yo empecé a tocar en la Federación Argentina de Entidades Gallegas, en San Telmo. Mi maestro fue Carlos Fernández, gaitero de Xeito Novo. Luego pasé por escenarios de Buenos Aires con Xeito Novo, bares y teatros con Madre del Sol, estudios de grabación con ellos, y con otros, 2 bodas: la mía y la de mi amiga... incluso toqué varias veces en plazas en distintos eventos, pero nunca había experimentado tocar en el medio de la nada, a campo abierto.
La experiencia fue muy poderosa, la gaita es un instrumento para no ser callado, para imponerse, para atropellar. En las sierras se sentí a la gaita más íntima que ninguna otra vez. Debió ser porque en un espacio tan grande el sonido corría y se propagaba sin freno, desbocado. Sí, fue como soltar un animal por muchos años encerrado.
Mi gaita fue hecha por el maestro Seivane, en su taller de Ribeira de Piquín. Me la trajo mi papá en el 94. Es en Do Brillante.
No pude elegir los colores porque compró la única que tenía terminada en el momento que lo visitaron a don Seivane. Lo llevó hasta el taller un vecino de mi primo, de Lerez, Pontevedra.
Me gustó mi gaita, con sus colores tan anarquistas... Es de madera de Buxo (Boj).
A buxa do punteiro. El detalle del fol atado con ese piolín encerado y el sellito del maestro. |
El fondo del fol (fuelle) Atado. |
El fol completo fuera de su hermosa funda de terciopelo negro. |
Su fuelle está hecho con un cabrito.
Mis amigos se sorprendían y se horrorizaban un poco al ver todavía la forma del animalito. Yo me divertía, incluso les contaba la anécdota del abuelo de mi marido, Don Luis, buen bandoneonista el hombre-, que decía que en su pueblo, en el interior de la provincia de Buenos Aires, había un gaitero al que se le había roto el fol y siendo imposible conseguir otro había hecho uno con el cuero de un perro. Algo sorprendente en aquellos tiempos, un espanto en estos tiempos.
Yo siempre respeté y cuidé a la gaita y al fol. Le quitaron su vida para hacer este instrumento musical. Ahora, por suerte, los foles se hacen de materiales sintéticos y ya no se usan cabritos para esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario